TRANSFIGURACIONES se refiere a la forma que adopta el «Sí-Mismo», el encuentro en lo otro, en la experiencia que es moldeada por lo transitorio y que sublima, transforma y trasciende al ser. «El “Sí-Mismo” es una unidad extraña en nuestra existencia, un centro de personalidad, un centro de gravedad que no coincide con el yo. Es como si se tratara de algo exterior. Por otra parte, no se trata de este individuo, sino de la relación con los individuos. Se diría que el “Sí-Mismo” era lo único y, sin embargo, es los muchos» (Jung, 1936). Lo percibido es sensación, vibración, es la forma particular en la que puedo leer lo que me rodea y que al mismo tiempo me conforma; es un flujo continuo entre el Ser y el No-Ser. El «Sí-Mismo» está transpuesto en el plano cósmico y se mueve en el círculo de la psique, tomando un espacio a la vez y señalando ese paso en el recorrido de la transformación interna, como el entorno desfragmenta y se reinventa en el periplo vital. En esa relación soy un recopilador, un relator. La representación es un remanente de las experiencias, de las memorias, es el registro de una manifestación del «Sí-Mismo» con los otros y no se limita a la particularidad de mis sensaciones, sino de las sensaciones de los otros. La monotipia es metáfora, es la representación de lo que se experimenta en el otro, cuyo resultado es en parte fortuito, inesperado, espontáneo, y dependiente del entorno para manifestarse en mayor o menor intensidad. La temperatura modifica el registro de la línea; las marcas del color dependen del textil, de la humedad, del tiempo de secado. Al final, el resultado es clarificado, observado, pero siempre en la ausencia del control, es transfiguración.
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