Antropología de la Luz. Juan Carlos Camacho

ANTROPOLOGÍA DE LA LUZ

Comentario a la obra INDICIOS, de Juan Carlos Camacho.

“Toda claridad viene del cielo, es un don”, dice una línea del poema “Don de la Ebriedad”, de Claudio Rodríguez. Y desde esa luz llegada de alguna parte, desde ese don, el ojo de Juan Carlos Camacho salva del aposento de las sombras los objetos que en su búsqueda, él, como un antropólogo de la luz, encuentra.

Indicios, trozos de algo, huellas que dejan de serlo, para dar con el tono exacto del vestigio, para darnos una idea precisa del naufragio, de la debacle de antiguas estructuras de madera calcinadas por un calor pétreo, cuyo mensaje iluminado deslumbra: solo la soledad sobrevive.

El agua es el contrapunto al lenguaje calcinado de los objetos. Y algunas veces, sirve de límite entre la mirada y la tierra, entre la hondura de lo blanco y lo negro para poner en duda dónde empieza el mar y dónde acaba. 

Otras veces el agua enceguece, es una luz que quema.

Un barco cuya marcha yace suspendida sobre una eternidad que parece ser el tiempo. O refugiado en la sombra en su desuso o quizá en su muerte: aquilatado en su escombro, renovado en su declive.

El trazo toca la madera y la hace crujir. El objeto expulsa cualquier otra preocupación del ojo y de los sentidos. Es el objeto que habita su propio objeto.

Pero también la luz divide el verde del verde, se rebela en el color. El azul funda el azul para dar con la vieja cantina y la pulpería tocada por una penumbra en frío.

En el conjunto de la obra INDICIOS, el color viaja en la luz, pasa por el hierro carcomido, recrea la penumbra, se detiene en la casa antigua y en el edificio de hormigón, y ahí, el objeto, escombro o estructura derruida, cobra su existencia y adquiere su condición atemporal.


Paúl E. Benavides
Escritor costarricense 
Premio Nacional de Literatura Aquileo J. Echeverría